lunes, 21 de noviembre de 2016

Un pequeño gesto

Relato corto: un pequeño gesto.
 por Benignoram os
- Hijo mío, ¿qué color piensas que tiene la mar?- Le preguntó Amancio a su joven primogénito con la certeza,  o más bien con la esperanza de que errara su respuesta. La vida pasaba atropelladamente con sus días y la ingenuidad del niño iba languideciendo, dejando paso a un saber cada vez más documentado. Inevitablemente esto evidenciaba cada vez más, la tosca cultura del padre y es que desde que tenía uso de razón el trabajo de pescador había monopolizado su existencia. Únicamente el mal tiempo, como el que experimentaban aquellos días, le permitía compartir con su familia, su mujer Dora y su hijo llamado, como no podía ser de otra forma, Amador. Las tres primeras letras se las había proporcionado su padre y las tres segundas se sustraían, igualmente, del comienzo del nombre de su madre. A sus nueve años ya hacía plenamente justicia a su nombre. Amaba a sus padres, a la naturaleza, a sus amigos, a su entorno, se sentía reconfortado con su rutina diaria, en definitiva era un niño feliz.
- Pues no se padre, yo la veo azul.
Amancio lleno de satisfacción se apresuró  en corregirlo. “ No tiene color. Lo que ves es simplemente el reflejo del cielo. La mar no decide esta esperando día tras día que el cielo se defina, y se tiñe a su semejanza, nunca se revela, aguarda pacientemente cada mañana y se deja vestir por los rayos de luz. Es por eso que la armonía impera en el paisaje y el horizonte separa ambos entes dando fe de esta cadencia.”
Ambos se sentaron en la arena a contemplar aquel amanecer. Era un día gandul. Le costaba arrancar. Los tímidos amagos de luz no terminaban de vencer a la noche, y todo indicaba que el Sol iba a claudicar otro día más. Pero ... Sucedió...
Érase que se era que llegó. Padre e hijo escrutaban atónitos lo que discurría ante ellos. La luz había puesto al descubierto aquel caos. El silencio se podía oír y ponía la banda sonora. Las olas había desaparecido, en lugar de una playa parecía una charca. El viento ya no soplaba, aquello simulaba un invernadero. El cielo se definía de un gris oscuro inapropiado para la hora que acontecía. Y el mar ... era lo peor de todo... un rojo incandescente, espeso e irreconocible como agua, daba color al maquiavélico paisaje que se erigía aquella mañana. El horizonte que hasta ese momento había sido el origen y testigo de todo, había desaparecido, por lo que aquel caos se asemejaba a la nada. Era como si un gigante estuviera inspirando, llenando sus pulmones, para vaciarlos de un momento a otro.
Así fue, las olas empezaron a agitar la mar, el cielo parecía tomar el color rojizo del agua, los peces iban llegando a bandadas a la orilla, a una muerte segura... Ante aquella desoladora vista Amancio intentó coger a su pequeño para correr junto a su mujer. Pero los planes de Amador, eran otros. No se lo pensó y rápidamente intentó socorrer a los peces que abarrotaban la playa. Cogía entre sus menudos brazos unos doce ejemplares y los devolvía con todas sus fuerzas a su habita natural, entre esfuerzo y esfuerzo distinguía a algunos auxiliados arrastrados otra vez a la arena. Su padre que había acudido junto a él, le increpó con gritos desgarradores: “¡Corramos a casa!, esto no es seguro. No ves que lo que haces es inútil.” “No, padre- le dijo Amador-Para ese pez que acabo de devolver al agua y se aleja mar adentro no ha sido inútil.”
Y fue en ese preciso instante cuando todo volvió a su sí. Incluso el Sol aparecía y lucía, eliminando el  tono gris del cielo. Era como si las fuerzas de la naturaleza hubieran escuchado al joven y al igual que su padre se hubiesen quedado apáticas, contemplativas,....Todo había parecido una alucinación. Sin estar seguros de lo que acababan de vivir Amancio y su hijo anduvieron hacia su casa. Allí les esperaba el almuerzo, y cuando se aposentaron a dar  buena cuenta de él, Dora dio voz a la radio la noticia del día era el hundimiento de un petrolero por aquellas costas y milagrosamente el fuel se había evaporado a los pocos minutos de alcanzar la superficie.

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